lunes, 2 de febrero de 2015

SUPER BOWL XLIX: El triunfo de la fe

MVP Tom Brady
24-14 abajo con un cuarto sólo por jugar y ante la mejor defensa de la NFL contra el pase cualquier equipo habría sucumbido ante la presión o se habría agobiado pensando en la cantidad de acciones consecutivas que tenían que hacer bien para remontar el partido. No estos New England Patriots. Jugada a jugada, sin pensar en lo que venía después, los hombres de Bill Belichick confiaron los unos en los otros, en la clásica filosofía del head coach del "do your job" y poco a poco fueron comiéndole terreno a su oponente.

Tom Brady disipó las dudas que pudieran quedar sobre si es el mejor quarterback de su generación con dos drives magistrales que culminaron en sendos touchdowns. New England había movido bien el balón mezclando pases rápidos a la zona central del campo en rutas cruzadas con las carreras de potencia de LeGarrette Blount durante una primera mitad en la que pese a dominar a Seattle no se fueron por delante en el marcador. Cuando los Seahawks tomaron el control del encuentro en el tercer cuarto, Brady y los Patriots sabían que no había tiempo para seguir con esa estrategia. Había que lanzar en cada down ante un equipo que triunfa en esos precisos momentos, y había que lanzar de forma metódica porque New England no cuenta con una amenaza seria en el juego profundo. Demasiadas cosas para cualquier equipo y cualquier quarterback.

Pero es obvio que Brady no es un QB del montón ni que los Patriots han llegado a seis Super Bowls y otras tres finales de conferencia en catorce años por nada. Su victoria es el triunfo de la fe y pese a ser la cuarta en la historia de la franquicia tiene un sabor casi tan especial como la primera. Tras varias decepciones y derrotas cuando ya saboreaban las mieles del triunfo New England casi había olvidado lo que era sentirse campeón de la NFL. Así lo reflejó el propietario Robert Kraft cuando recogió el trofeo, al tiempo que repetía a conciencia una frase que se convirtió en histórica al término de la Super Bowl XXXVI, la primera de los Patriots: "Todos nosotros somos patriotas. Y hoy los Patriotas son los campeones". Mucho ha cambiado en EEUU y en la NFL desde entonces, pero una cosa ha permanecido inalterable, el equipo de New England luchando por la Super Bowl en los playoffs.

El estoico Bill Belichick, tan poco dado a los elogios gratuitos, declaró manifiestamente a sus jugadores un "I love you all" en la misma ceremonia de entrega del Trofeo Lombardi. El head coach ha pasado por cantidad de vicisitudes desde su última victoria en la Super Bowl hace ya diez años: la muerte de su padre y mentor, Steve Belichick, el divorcio de su mujer, el asunto del "Spygate" y justo antes de esta final, el polémico "Deflategate". Demasiadas cosas para que la emoción no le desbordara aunque fuera sólo por unos pocos segundos.

La victoria de los Patriots, cosechada de forma tan heroica a la par que agónica, se recordará más si cabe por la magnitud del oponente. Seattle demostró una vez más porque es el equipo más duro de la NFL hoy día. No hay nada que les aplaque, ni su por momentos mal juego ni la brillantez del rival. No les importa la distancia en el marcador o en el liderato de su división (durante la liga regular llegaron a ir tres partidos por detrás de Arizona en la NFC Oeste), siempre luchan con la convicción de que encontrarán la recompensa al final.

Chris Matthews, por momentos David Tyree II
Los Seahawks volvieron a abrir el choque de forma muy dubitativa en ataque (22 yardas y cero pases completados en los tres primeros drives), pero una vez que Russell Wilson descubrió la conexión que podía explotar con el desconocido Chris Matthews, Seattle se metió en el partido de forma implacable. Una vez que huelen la sangre se convierten en auténticos depredadores y no hay nadie que les pueda detener. Cuando Brady y un bravo Julian Edelman le dieron la vuelta al marcador a falta de 2:02 para la conclusión todos sabíamos que los Seahawks estaban lejos de tirar la toalla. Muy al estilo de ellos, de una forma o de otra se plantaron en la yarda uno de su oponente. Un touchdown les daba su segunda Super Bowl consecutiva. El reloj fue corriendo y los segundos iban cayendo como si los dos equipos no se jugaran nada en el envite. Los nervios le jugaron entonces una mala pasada a Pete Carroll que permitió una jugada de pase que jamás debió producirse. Como decía Marty Schottenheimer: "cuando lanzas pueden pasar tres cosas, y dos de ellas son malas". A los Seahawks le tocó la peor. Otro actor secundario, de esos que apenas aspiran a ser figurantes, Malcolm Butler, se convertía en el héroe de Foxboro con una intercepción para la historia.

Digno final para una memorable Super Bowl entre los dos mejores equipos de la NFL en la actualidad. No todos los años se cruzan en el camino del Lombardi dos franquicias que aspiran a ser dinastías. Seattle está en el buen camino si mantienen la cabeza centrada (algo que anoche no se vio precisamente con varias demostraciones de poca deportividad o profesionalidad). New England hace tiempo que ya lo es y este triunfo no es más que la coronación de un trabajo de muchos muchos años.

Enhorabuena a los Seahawks pese al resultado final. Enhorabuena a los Patriots por tan grande victoria. Y sobre todo enhorabuena al football por el espectáculo. Nos lo merecíamos todos los aficionados después de un año con tantos palos y polémicas dentro y fuera de los terrenos de juego.
La jugada decisiva de la Super Bowl XLIX, Malcolm Butler con la intercepción.

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