Los 49ers lucharon durante tres cuartos contra un rival que está en otra liga pero acabaron sucumbiendo ante los New England Patriots. Fue un partido muy especial para Tom Brady, quien por primera vez jugaba en casa del equipo al que idolatró en su infancia. El dos veces MVP siempre soñó con hacer las mismas cosas que su ídolo de juventud, Joe Montana. De hecho, con apenas tres años de edad, estuvo presente en las gradas del Candlestick Park presenciando la primera victoria de Montana y los 49ers en el campeonato de la Conferencia Nacional de 1981. Sin embargo, en el fin de semana del draft de 2000, los niners, al igual que el resto de equipos salvo New England en última instancia, no quiso tomar una opción por Brady eligiendo otros dos quarterbacks diferentes que tendrían una carrera sin pena ni gloria por la NFL, Giovanni Carmazzi y Tim Rattay.
Brady siempre se ha mostrado dolido por la falta de interés en él mostrada en su día por la franquicia californiana, que en aquella época era dirigida desde los despachos por Bill Walsh. Su actuación el domingo, sin ser estelar, fue más que suficiente ante unos 49ers muy alejados de sus años de gloria. En malas condiciones climáticas y sin el concurso de Ron Gronkowski, Brady lanzó cuatro pases de touchdown sin fallo alguno.
El choque fue un ejemplo más de lo que venimos viendo a lo largo de la temporada. Este equipo tiene una irregularidad, a ambos lados del balón, alarmante. De repente te enlaza dos buenos drives en ataque o hace dos stops en defensa como te deja de mover el balón o es arrasado por la ofensiva rival. Tras encajar sendos touchdowns en las dos primeras posesiones de New England la defensa tuvo respuesta en cinco drives consecutivos. Pero mientras la D hacía su trabajo el ataque se embarcaba en una racha de seis drives en los que generó un total de 62 yardas con seis punts. Cuatro de las posesiones fueron un 3 y fuera. Imposible ganar un partido de NFL así, ya sea ante los todopoderosos Patriots o ante quien sea.